Probablemente todos hemos leído más de una teoría o hipótesis acerca de lo que puede garantizar el logro de objetivos (personales, organizacionales, de cualquier tipo). Pero, uno de los que generó mayor impacto fue el concepto de inteligencia emocional. Esta idea, como tal, apareció en 1960 en las obras de Michael Beldock. Pero se ha arraigado en la mente de las personas desde la publicación del libro de no ficción Inteligencia emocional: por qué importa más que el coeficiente intelectual, escrito por el periodista del New York Times, Daniel Goleman. El libro fue publicado a mediados de los años 90 del siglo pasado, pero sigue siendo uno de los más relevantes en el campo de la eficacia personal. Sobre esta base, se han escrito muchos otros trabajos, junto con los cuales se ha formado una ciencia voluminosa pero no oficial dedicada a la inteligencia emocional. Hablemos de lo más importante e interesante de este fenómeno.
En términos generales, la inteligencia emocional se entiende como la capacidad de trabajar con las emociones y mostrar empatía. Esto incluye la capacidad de reconocer emociones, reconocer sentimientos negativos y positivos, separar la percepción personal de los hechos visuales, manejar las propias emociones y las de los demás. Este es un tipo de capacidad humana para sentir la situación de manera muy correcta y sensible, para comprender los deseos de los demás, para resistir el estrés y la influencia de las emociones negativas.
En general, se puede decir que una persona tiene una inteligencia emocional alta si se mantiene equilibrada en cualquier situación y sabe cómo interactuar con las emociones de los demás.
Pero recuerda: no se puede decir que una inteligencia emocional bien desarrollada sea la clave del éxito. La capacidad intelectual también juega un papel esencial. Solo un tándem de inteligencia desarrollada y sensibilidad emocional ayudará a lograr algo significativo en el futuro.
La teoría de la inteligencia emocional recibió un desarrollo científico serio en los años 90 del siglo XX en los trabajos de D. Caruso, P. Salovey y J. Mayer , científicos estadounidenses. Dividieron la inteligencia emocional en 4 componentes:
- La capacidad de identificar las emociones propias y ajenas, para encontrar diferencias entre ellas.
- La capacidad de utilizar todo el potencial de las emociones para resolver problemas específicos.
- La capacidad de ser consciente de cada emoción y comprender cómo surge.
- La capacidad de controlar y gestionar sus emociones.
Con estos componentes bien desarrollados, una persona será capaz de enfrentar todos los problemas que surjan con más claridad no solo de lo que está ocurriendo a su alrededor, sino también de qué está sintiendo con respecto a la situación.
¿Por qué importa la inteligencia emocional en nuestras vidas?
Al desarrollar nuestra inteligencia emocional también mejoramos en muchas áreas de nuestra vida. Si nuestro coeficiente emocional (EQ), que se relaciona a qué tanta conciencia tenemos de nuestras emociones, mejora considerablemente, podremos enfrentarnos a la vida con herramientas que no hubiéramos tenido si ignorábamos nuestras emociones.
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Mejor autoconciencia.
Comprender la fuente y la naturaleza de tus sentimientos es un deseo que es familiar para todos. Desafortunadamente, a menudo confundimos la ansiedad con el pánico o la ira, y sentimientos fugaces con un gran amor. Desarrollar la inteligencia emocional te ayudará a comprender mejor la situación emocional tanto dentro de ti como a tu alrededor.
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Mejora de la autorregulación.
A menudo no tenemos suficiente fuerza de voluntad, ni el tiempo y la motivación para formar un determinado estilo de vida. Por ejemplo, la introducción de un sistema de alimentación consciente o de gestión del tiempo en la vida personal y laboral. Un alto nivel de inteligencia emocional solo te permite hacer frente a esto, porque con la conciencia de tus sentimientos, aparece la capacidad de controlarte. Esto incluye comprender tu comportamiento y errores, y la capacidad de no repetirlos la próxima vez.
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Motivación estable y fuerte.
El nivel de inteligencia emocional incide directamente en la motivación y proactividad de una persona. Esta le permite aprender mejor, más rápido y de manera más productiva, procrastinar al mínimo, soportar las dificultades con una actitud positiva y analizar con seriedad los errores personales. Además, una persona con una inteligencia emocional desarrollada se esfuerza por cumplir con las expectativas, es más abierta en la discusión de temas laborales, explica claramente qué y de quién espera algo. Otro punto importante: la capacidad de evaluar sobriamente sus fortalezas y planificar correctamente la distribución de recursos.
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Mejora de la empatía.
¿Recuerdas que al definir la inteligencia emocional indicamos que se trata de la capacidad de comprender las emociones de otras personas y trabajar con ellas? Esto es empatía, que es importante en todos los ámbitos de la vida. Esta es una oportunidad para sintonizar completamente con otras personas, darse cuenta de sus problemas y necesidades, leer señales no verbales y cambiar la atención de la manera correcta. Una persona con una inteligencia emocional desarrollada sabe cómo hacer esto, y además tiene un mejor sentido de la justicia, respeta los intereses y las debilidades de los demás, no genera confrontaciones y mantiene la armonía del grupo.
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Relaciones sociales más adecuadas y sanas.
Todo lo anterior conduce al objetivo principal: comprender mejor a las personas e interactuar con ellas. Esto consiste en una evaluación sobria de las fortalezas y capacidades de los demás, la capacidad de abstenerse de la influencia de las masas, de no ser rehén de las emociones personales y sus manifestaciones desde el lado equivocado. Las personas con alto EQ son buenas en la retórica y el arte de la persuasión, describen claramente las tareas y establecen prioridades en el equipo, y no sucumben a episodios de comportamiento pasivo-agresivo. Pueden organizar con calma y sin dolor varios cambios en la familia y el trabajo, preparar adecuadamente a las personas para diversas situaciones. Un equipo lleno de gente así es siempre más eficiente, su ambiente emocional es más saludable. Aquí, es más fácil para los especialistas aprender nuevas habilidades, interactuar entre ellos y mantener una sana competencia.
Tres pasos para desarrollar tu inteligencia emocional
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Anota tus emociones y cómo te afectan
Mantén un diario escrito a mano o una nota en tu teléfono donde anotar tus reacciones durante el día. Concéntrate en algunos eventos específicos: tu estado emocional después de reuniones de trabajo, después de reunirte con amigos, o durante eventos donde conociste a nuevas personas. Así podrás analizar cómo son realmente tus reacciones.
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Encuentra una fuente
Aquí se trata de encontrar qué es lo que te produce cada reacción emocional y preguntarte por qué. Si ya has trabajado en el diario, conocerás cuáles son las reacciones emocionales que presentas en distintas situaciones, ahora te toca saber qué es lo que las causa.
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Gestión de emociones
Aquí se trata de manejar tus emociones y volver a un estado de tranquilidad deseado para enfrentar distintas situaciones. Actividades físicas como ir al gimnasio o ejercicios de respiración resultan perfectos para manejar emociones fuertes y drenar la energía causada por estas.
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