Los sonidos juegan un papel muy importante en nuestra vida. Vivimos en una época en la que la creciente densidad de población de las ciudades contribuye a un aumento del nivel de contaminación acústica.
La contaminación acústica puede definirse, simplemente, como un exceso de ruido que es perjudicial para las personas.
De hecho, según expertos de la Organización Mundial de la Salud, la contaminación acústica es uno de los factores ambientales más peligrosos que afectan la salud somática y mental. La exposición regular al ruido puede provocar pérdida de audición y enfermedades del sistema nervioso.
Los niveles de ruido de 80 decibeles (dB) o más no son raros para los residentes de una gran ciudad. Durante el día, el nivel de ruido medio en Bombay y Londres puede rondar los 105 dB, mientras que en Tokio y Chicago es de 95 dB. Los resultados de una encuesta entre los residentes de la Unión Europea muestran que alrededor del 80% de los residentes cree que el ruido tiene un impacto significativo en su salud hasta cierto punto (OMS, 2018). El tráfico, el transporte público, los locales industriales y de trabajo, los equipos, la música alta y los dispositivos electrónicos pueden tener un impacto significativo en el bienestar humano.
Así, la contaminación acústica es la causa de problemas de salud como el estrés, la ansiedad y la pérdida de audición. En particular, el estrés puede provocar presión arterial alta y aumentar el riesgo de enfermedades del corazón. Vivir en una gran ciudad con ruido constante afecta nuestro comportamiento social, lo que puede generar aislamiento de la sociedad y sentimientos negativos como la ira o sentimientos de insatisfacción. En otras palabras, es importante comprender qué efecto tiene realmente el ruido sobre la salud de las personas y tomar las medidas adecuadas para reducir su nivel.
¿Cómo podemos reducir la contaminación acústica?
- Evitar el uso innecesario de vehículos automotores: así reducimos el ruido por vehículos en la calle.
- No abusar del uso del claxon (corneta) al manejar.
- Ajustar el volumen de los aparatos electrónicos como televisores o radios.
- Evitar el uso de secadoras, lavadoras u otros electrodomésticos ruidosos durante la noche.
- Procurar que nuestras mascotas no causen ruidos que puedan molestar a nuestros vecinos.
La contaminación acústica es un problema que afecta nuestra salud y la de quienes nos rodean. Poner un poco de nuestra parte puede empezar a marcar la diferencia y ayudar a minimizar un problema que es más perjudicial de lo que parece.
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